Por: Julio de Jesús Ramos García
En 2025, el nearshoring se presenta como una de las grandes apuestas para el desarrollo económico de México. La relocalización de cadenas de suministro, motivada por las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, ha posicionado al país como un destino atractivo para la inversión extranjera directa (IED). Se estima que alrededor de 400 nuevas empresas extranjeras, principalmente de los sectores manufacturero, transporte y logística, se establecerán en México hacia finales de este año.
Por otro lado apreciables lectores, esta oportunidad histórica enfrenta desafíos significativos. La infraestructura en regiones clave, como el norte del país, muestra limitaciones preocupantes. Problemas en el suministro eléctrico y escasez de agua son obstáculos que podrían frenar el impulso del nearshoring.
Además, el panorama político y comercial añade incertidumbre. Las amenazas arancelarias provenientes de Estados Unidos, especialmente bajo la administración de Donald Trump, han generado inquietud entre los inversionistas. Aunque México ha logrado negociar la exclusión de ciertos productos de los nuevos aranceles, sectores como el automotriz y el acero aún enfrentan barreras comerciales.
Por lo que respecta, algunos expertos sugieren que México debería transitar del nearshoring al “friendshoring”, fortaleciendo alianzas estratégicas con países que comparten valores y objetivos económicos similares.
Para capitalizar plenamente el potencial del nearshoring, México necesita implementar políticas públicas que aborden estos desafíos. Invertir en infraestructura, garantizar el estado de derecho y fomentar un entorno empresarial competitivo son pasos esenciales. De lo contrario, el país corre el riesgo de que esta oportunidad se diluya, dejando una vez más una promesa de desarrollo sin cumplir.