El nuevo orden económico global, Trump y los aranceles: El regreso del proteccionismo

Por: Julio de Jesús Ramos García

La política comercial de Donald Trump, marcada por un agresivo retorno al proteccionismo, no es nueva, pero sí está escalando en intensidad. Su reaparición en la escena política con propuestas de aranceles universales, restricciones a las importaciones y una retórica nacionalista económica, anticipa un reordenamiento del comercio internacional que tendrá profundas repercusiones para México y para el resto del mundo.

Trump ha propuesto un arancel general del 10% a todas las importaciones y tarifas aún más altas para productos chinos. Esta visión parte de la idea de que Estados Unidos debe reducir su déficit comercial a toda costa, aunque ello implique tensiones diplomáticas, guerras comerciales o distorsiones en las cadenas globales de suministro. En su lógica, el proteccionismo es sinónimo de patriotismo.

Apreciables lectores para México, estas políticas representan un claro riesgo. Nuestra economía está profundamente integrada con la estadounidense: más del 80% de nuestras exportaciones van hacia allá. Un arancel universal pondría en jaque a industrias clave como la automotriz, la electrónica y la manufactura avanzada, que operan bajo esquemas de producción regional con insumos que cruzan la frontera varias veces antes de convertirse en productos terminados.

Además, las inversiones extranjeras especialmente aquellas impulsadas por el fenómeno del nearshoring  podrían frenarse si el acceso privilegiado al mercado estadounidense se debilita. El T-MEC, aunque aún vigente, podría verse presionado o incluso cuestionado si Trump decide renegociarlo o ignorar sus compromisos, como insinuó en su primer mandato.

A nivel global, un Trump 2.0 podría desestabilizar los sistemas de comercio multilaterales. La OMC, ya debilitada, enfrentaría aún más desprestigio. China, la Unión Europea y otros actores tendrían que responder con medidas espejo o alianzas regionales, profundizando un mundo comercial fragmentado.

Observemos que paradójicamente, el proteccionismo puede provocar inflación en EE.UU., dañar a sus propias industrias exportadoras y encarecer bienes de consumo. Pero la lógica electoral de Trump no parte de la eficiencia económica, sino de la narrativa del enemigo externo, del trabajador desplazado y del “America First”.

México debe prepararse para este escenario con una estrategia clara: diversificación de mercados, fortalecimiento del comercio con América Latina, Europa y Asia; protección de sectores clave y, sobre todo, una política industrial que reduzca la dependencia del vecino del norte. No podemos seguir apostando todo a una sola carta, especialmente si esa carta viene con aranceles, amenazas y discursos incendiarios.

La política comercial de Trump no es solo un problema de números: es un síntoma del cambio de época. El orden global liberal basado en reglas está siendo sustituido por bloques económicos, nacionalismos estratégicos y guerras comerciales abiertas. En ese escenario, México debe actuar con inteligencia, autonomía y visión de largo plazo.

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