Por Julio Ramos García
Jueves 08 de Agosto de 2024
El pasado lunes, los mercados financieros globales vivieron una jornada de pánico que los financieros ya han bautizado como el “lunes negro”. Las bolsas de valores cayeron en picada, arrastradas por el temor a una recesión mundial, la guerra comercial entre Estados Unidos y China, y la inestabilidad política en diversas regiones. En este contexto, México no fue la excepción y sufrió los embates de esta tormenta financiera, pues registró una caída de más del 2% en su índice principal.
De hecho, el índice de Precios y Cotizaciones (IPC) de la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) registró una caída significativa, y el peso mexicano se devaluó frente al dólar, alcanzando niveles preocupantes. Ante esta situación, es imperativo analizar cómo ha reaccionado México y qué medidas se están tomando para mitigar los efectos de esta crisis.
En primer lugar, es importante destacar que, ante esta situación, el gobierno mexicano fue cauteloso. A diferencia de otros países que tomaron medidas drásticas y precipitadas, México optó por mantener la calma y evaluar la situación con detenimiento; al respecto, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) ha anunciado una serie de medidas para proteger la economía nacional; entre ellas, destacan el fortalecimiento de las reservas internacionales y la implementación de políticas fiscales y monetarias contra cíclicas.
¿Estas acciones son necesarias para brindar confianza a los inversionistas y estabilizar los mercados financieros?
Sin embargo, no podemos dejar de lado la importancia de la diversificación económica. México sigue siendo altamente dependiente de la economía estadounidense, lo que nos hace vulnerables a las turbulencias externas. Es fundamental que el gobierno impulse políticas que fomenten el crecimiento de otros sectores, principalmente el tecnológico y el energético, sin dejar la operación paralela en promover el comercio con otras regiones del mundo; insistir en el nearshoring.
Además, es esencial fortalecer el mercado interno. Un país con una economía sólida y bien diversificada es menos susceptible a las crisis externas. En este sentido, es urgente apoyar a las pequeñas y medianas empresas (pymes), que son y serán el motor de nuestra economía. Facilitar el acceso al crédito, reducir la burocracia y fomentar la innovación, sin duda, son medidas clave para lograrlo.
Por otra parte, la educación financiera también juega un papel crucial. Es preocupante ver cómo muchos mexicanos reaccionan con pánico ante las crisis financieras, sin comprender todas sus causas y consecuencias. Invertir en educación financiera, específicamente a nivel escolar, a través de acciones públicas, es fundamental para que la población tome decisiones informadas y evite caer en el pavor.
En conclusión, la reacción de México ante el lunes negro financiero ha sido, en general, adecuada, pero aún hay mucho por hacer.
La calma y la prudencia son importantes, pero deben ir acompañadas de acciones concretas que fortalezcan nuestra economía. Diversificar, fortalecer el mercado interno y educar financieramente a la población son pasos esenciales para enfrentar esta y futuras crisis. Solo así podremos construir una economía más resiliente y preparada para los desafíos del futuro.
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